Lo que debe convencer a un pecador de su necesidad de acudir a Jesús para ser salvo, tal vez Usted amado lector, es que Jesús siendo Dios se humilló dejando su palacio celestial para estar en un pesebre, la planta baja de este mundo “…que también descendió a las partes bajas, o sea, a la tierra” Efesios 4:9 (NVI)
Si aún no ve su necesidad de un Salvador es porque no ha visto su pecado como lo ve Dios. “…y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” Apocalipsis 3:17. Tan miserable y necesitado de Salvación eres, que Cristo mismo se compadeció de ti y descendió para rescatarte. Mira como lo hizo:
“sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” Filipenses 2:7-8.
¿Usted aún no se ha humillado de sus sucios pecados? Jesús no tenía ningún pecado por el cual humillarse sin embargo descendió por Usted.
EL PESEBRE NO ERA UN LUGAR PARA UN REY
María y José llegaron a Belén de noche en la agradable temporada de primavera Septiembre-octubre, en las cercanías del parto. “Belén era una aldea como de 200 casas, una pequeña aldea (Miqueas 5:2) de muy poca afluencia de personas. Al llegar a casa de los familiares de José, las casas ya estaban ocupadas por otros familiares que habían llegado para ser empadronados. Esas casas eran de dos niveles; en el primero, la planta baja, estaban los animales (pesebre), y en el segundo, las familias con sus dormitorios (mesón). El pesebre de unas de las casas era el lugar más apropiado para calentarse, comer sin incomodar a nadie. Los animales no estaban pues Lucas en su relato no menciona a ninguno, que con toda probabilidad estaban junto a los pastores a campo abierto pastando en esa noche especial (Lucas 2:8).
NUNCA EXISTIÓ UN TRATO DESPRECIATIVO DEJÁNDOLOS FUERA DEL MESÓN
ENTONCES EL RELATO DE LUCAS “porque no había lugar para ellos en el mesón” no fue despreciativo ni discriminador. Nadie los echo para la calle a esas horas de la noche, lo que sucedió es que se quedaron en la misma casa donde llegaron, solo que alojaron en el “pesebre” un lugar más público, pero no menos adecuado. Allí era de seguro que podían llegar los pastores sin despertar a nadie, esa fue la señal descrita por el ángel. Sin embargo no era una cómoda cuna, ni con algún aguar especial para un rey. Era en pocas palabras la despensa.
Dicho sea de paso los magos no vinieron a visitar al rey recién nacido a este “pesebre”, pues se ve por el relato de Mateo 2:16 que Jesús ya tenía al menos dos años. La visita de los magos fue a Belén, pero en una ocasión posterior, por lo menos un año más, pues la expresión “el niño” en Mateo 2:11 se refiere a un infante de más de un año.
LA SEÑAL DE SU HUMILLACIÓN EL PESEBRE
¡“Esto os servirá de señal”! El Hijo de Dios, el Señor de la creación, nació en un pesebre. Basta ya amigo de tanta arrogancia, ábrale paso humildemente a este humilde Salvador. Se ha vestido de pobreza en este su viaje por los que no pueden hacer nada para salvarse. Navidad nos debe recordar este aspecto de su humillación. Vivió Su vida en la pobreza. No tenía donde recostar su cabeza (Mateo 8:20). Fue desnudado (Marcos 15:20), contado con los pecadores (Isaías 53:12), clavado a una cruz, murió por los pecados que nunca cometió, fue puesto en un sepulcro nuevo que no era suyo (Juan 19:41), y fue envuelto en una sábana tal como nació (Lucas 23:53).
¿Por qué pasó voluntariamente por tanta humillación? El Apóstol Pablo lo explicó bien cuando dijo: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” 2a Corintios 8:9. Que asombroso vaciamiento, se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Estaba “envuelto en pañales” porque sería atado desde su nacimiento para esconder su deidad a fin de salvar a los “tristes hijos de Adán”, y estaría en un pesebre porque su encarnación significaba “…que también descendió a las partes bajas, o sea, a la tierra” Efesios 4:9.
LA SEÑAL DEL PESEBRE UN LLAMADO A LA RENUNCIA
El mismo Señor preguntó a los discípulos de Juan el bautista de su maestro: “…¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están” Lucas 7:25. Del mismo modo el que anunciaba Juan el bautista, el Cristo, no vivió cubierto de vestiduras delicadas ni vivió en los palacios de los reyes. Con razón podía demandar de sus seguidores “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” Lucas 14:33. Si no hay tal disposición entonces no hay verdadero discipulado. No se puede pasar por esta vida deseando ser cristiano y deseando poseerlo todo. Este mensaje del Señor Jesús enfrentó la avaricia de un joven rico que quería una buena tajada del reino de los cielos junto con la buena tajada en la que vivía “Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” Marcos 10:21-22.
La señal del pesebre es una bofetada a nuestra comodidad como discípulos de Cristo. Muchos han hecho este compromiso liviano “Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas” Mateo 8:19 con la falsa ilusión de gozar de comodidades en una especie de retiro espiritual. Si Usted que lee tiene planes de una vida cómoda empiece a realizar arreglos en sus decisiones pues tal perspectiva no calza en los planes del Señor “Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” Mateo 8:20.
Camilo Vásquez Vivanco
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